El monopolio del entretenimiento en SLP

20.05.2025 12:20

El monopolio del entretenimiento en San Luis Potosí.
En San Luis Potosí no faltan los conciertos, las peleas ni los espectáculos de primer nivel. La despedida del Hijo del Santo, Christian Nodal, Marco Antonio Solís, Caifanes, Épica, Magneto, hasta Platanito… la lista crece cada semana. Pero todos estos eventos tienen algo en común: se realizan en espacios controlados por el gobierno del estado, encabezado por Ricardo Gallardo Cardona.


La Arena Potosí, el Teatro del Pueblo, el Teatro de la Ciudad y otros foros dentro de los parques Tangamanga son operados directamente por el gobierno. En contraste, recintos como la Plaza de Toros Fermín Rivera o El Domo —que durante años fueron parte de la vida cultural y deportiva de la ciudad— han sido marginados por completo. El caso más escandaloso es el de El Domo: mientras la Arena Potosí ha tenido dos víctimas mortales y ha seguido funcionando como si nada, a El Domo se le aplicó todo el peso del aparato gubernamental para sacarlo del juego. La ley no es pareja cuando la competencia estorba.
 

Lo que ocurre no es casualidad. Es una estrategia de concentración. Gallardo no solo quiere gobernar, también quiere dirigir el espectáculo. Al controlar los espacios, el gobierno también controla la narrativa, el ingreso económico y la atención pública. No hay informes sobre ingresos por taquilla, rentas, patrocinios o ventas internas. Nadie sabe cuánto se gana, quién lo administra ni a dónde va ese dinero. No hay transparencia, y todo indica que no la habrá. Lo que debería ser promoción cultural se ha convertido en autopromoción política.


La cultura no es una marca de gobierno. No debe girar en torno a un solo nombre ni depender de la voluntad del mandatario en turno. Hoy, San Luis Potosí necesita arte, deporte y entretenimiento, sí, pero también necesita reglas claras, piso parejo para promotores independientes, y respeto por los espacios que durante años sostuvieron la vida cultural del estado. Porque cuando todo el entretenimiento depende de una sola persona, deja de ser cultura… y se convierte en espectáculo del poder.