Congreso de SLP : un año de abusos, opacidad y sometimiento
Congreso de San Luis Potosí: un año de abusos, opacidad y sometimiento.
Pasó el primer año legislativo y el Congreso local es una ruina institucional. No legisla, no fiscaliza, no representa. Solo acata. Es una extensión obediente del Poder Ejecutivo, sin dignidad, sin oficio y sin vergüenza. Lo peor: nadie en el poder se sonroja por ello.
Con pésimos resultados, opacidad, abuso y un congreso completamente sometido, se ha ido el primer año de la actual legislatura, obviamente con nada que presumir, al contrario.
Es un congreso sin rumbo propio, con una oposición ausente, sin representar a la sociedad solo a sus propios intereses o los de sus partidos, diputados grisáceos, enemigos de la transparencia y reprobados por su poca productividad.
Opacos, costosos e inútiles
Cinco meses llevan ocultando los millonarios egresos del Congreso y los salarios del personal de base. ¿Transparencia? Cero. Los mismos que escriben leyes, las incumplen sin pudor. La diputada Dulcelina Sánchez pedía que los ayuntamientos cumplan con la ley pero como congreso están obligados a predicar con el ejemplo, cosa que no sucede.
Cada diputado local cobra 132 mil pesos brutos al mes, es decir, más de 4 mil 400 pesos diarios, pero se reparten mes con mes casi 200 mil pesos en vales de gasolina, a pesar de tener 8 mil pesos de apoyo para gasolina integrado a su insultante sueldo. Esta práctica fue impulsada desde la Junta de Coordinación Política, con Héctor Serrano como operador del desfalco.
También se pagan 4.6 millones de pesos en personal por honorarios: 207 personas en nómina, sin funciones claras, sin rendición de cuentas. Legislaturas anteriores funcionaban con 100 personas menos y costaban casi 3 millones menos al mes. ¿Qué hacen esos 207? Nadie sabe. ¿Cómo se les vigila? Tampoco se sabe. Pero el dinero se va igual.
El Congreso del silencio y el cinismo
En todo el año no se ha aprobado una sola reforma real contra la corrupción. Ni una. No hay voluntad para castigar a servidores públicos que saquean al erario. Tampoco hay voluntad para debatir. Muchos diputados huyen de los medios, se esconden cuando se les pide cuentas. Otros reaccionan con arrogancia e intolerancia.
Héctor Serrano y Roxanna Hernández del Partido Verde son ejemplo de eso: incapaces de aceptar la crítica, incómodos con el periodismo libre. Hernández incluso ha sido denunciada por comunicadores en Ciudad Valles. Tomás Zavala, del PT, pretende pasar desapercibido y simplemente evita a la prensa. No tienen argumentos, solo soberbia.
Aprueban presupuestos y nuevos impuestos estatales a oscuras, sin explicaciones, sin transparencia. Patricia Aradillas, del Partido Verde, encabezó maniobras opacas para darle al gobierno más dinero sin explicar cómo ni para qué. ¿Fiscalización? Esa palabra no se pronuncia en el Congreso.
Otros diputados están más ocupados en alimentar su ego: Leticia Vázquezn del PT que ya tiene su nombre en una calle en Cerritos. Luis Fernando Gámez que igualmente propone homenajear a los "gallardistas" en Soledad antes que legislar algo útil. El Congreso es su agencia de relaciones públicas, no su responsabilidad legislativa.
La oposición: débil, muda o cooptada
¿Y la oposición? Prácticamente desaparecida. Rubén Guajardo (PAN), Marco Gama (MC) y José Roberto García (Morena) figuran poco, dicen menos y logran nada. Son el eco sordo de una oposición de utilería. En el caso de Sara Rocha (PRI), ya ni disimula: actúa descaradamente como aliada leal del Partido Verde.
Cuauhtli Badillo de Morena, quien presidió el Congreso, prefirió presumir sus lujosos viajes en yate y sus futuros planes electorales antes que rendir cuentas. Tuvo el descaro y garrafal error de invitar a su informe al cuestionado senador Gerardo Fernández Noroña, personaje envuelto en un grave escándalo de corrupción. Todo está dicho.
Este Congreso es una vergüenza... y también un espejo
Lo más doloroso de todo es que este Congreso no es una anomalía: es un espejo. Refleja el nivel de exigencia de una ciudadanía acostumbrada a vender su voto por una despensa, a tragarse promesas huecas y a reciclar políticos impresentables cada tres años.
Nada que presumir este primer año, al contrario, son un congreso que nos llena de vergüenza, pero, aunque nos duela aceptarlo, también es el reflejo de una ciudadanía muy poco exigente con quienes dicen ser sus “representantes populares” y que, en su momento, una parte vendió su voto a cambio de despensas, se dejó una vez más engañar con falsas promesas y que provocó que el congreso se volviera a llenar con gente sin escrúpulos que solo busca sus intereses personales y no el bien común. Nos hemos acostumbrado a reciclar políticos impresentables cada tres años.